A lo largo de mi camino, he aprendido a abrazar las emociones, incluso las más primitivas como el miedo, la ira y el enojo, entendiendo que son aliadas que nos acompañan para protegernos en este viaje llamado vida.
Hubo un tiempo en el que mi desconexión emocional construyó una capa de protección a mi alrededor, una coraza que me cerraba a la vulnerabilidad y a la posibilidad de aceptar el destino tal cual es. Pero la ignorancia emocional solo me llevó a construir un laberinto en el que me perdía cada vez más.
Fue entonces cuando descubrí el poder de hablarle al miedo, mirarlo de frente y trabajar con mis emociones. Entré en el fascinante mundo del coaching y las neurociencias, buscando entenderme mejor y encontrar la fórmula única y personal para equilibrar mi vida.
Recuerdo uno de los primeros ejercicios de creencias limitantes, donde quise trabajar el desafío de ampliar mis posibilidades de conducir un auto, que hasta ese momento eran casi nulas, a pesar de haber rendido mi examen y contar con mi carnet de conducir, me paralizaba el miedo más que nada de manejar más allá de mis zonas conocidas, ¡muy metafórico! Así que primero fue revisar mis pensamientos acerca del tema, y revisar también que me decía mi entorno más cercano, no eran muy alentadores ni mis pensamientos y por ende el contexto que me rodeaba. Aunque había cosas con las que si contaba, sucedió en ese momento una situación que acelero todo, yo me presentaba a mis clases con una amiga quien conducía hasta la escuela donde estudiábamos juntas, y ella un día decidió no ir más, por lo que con miedo pero con decisión decidí aprovechar esa oportunidad para cambiar mi perspectiva y, fue cuando prepare todos los escenarios posibles que me abrieran la posibilidad de manejar una distancia que hasta el momento me parecía imposible, en menos de una semana, estaba recorriendo las calles de Buenos Aires, desafiando las limitaciones autoimpuestas.
Esto fue el comienzo de ir ampliando fronteras….